En el anterior capítulo hablamos de la creación del primer
hombre, Jesús. El mandato para esta creación vino del Dios director de este
universo local que es Miká, que es hijo de Mitchangél, hijo primordial y en
origen una derivación directa de la fuente.
En su infinito amor concedió a la nueva raza humana parte
del ADN de los hijos paradisíacos para que en su evolución pudieran volver
a la fuente y ser hijos Elohim, cocreadores con dios.
Así que amigo mío, valórate en lo que eres, eres un pequeño
fractal, un pedacito de una entidad superior que aprende a través de ti para un
día cocrear con dios, serás un dios creador. La programación que tenemos desgraciadamente
desde hace miles de años hace que pensemos que no somos nada, que somos
pecadores nada más nacer y que por lo tanto no tenemos el derecho de
comunicarnos directamente con los planos superiores, las religiones nos dicen
que para conectar con dios tienes que delegar en ellas, tú no eres digno. Esto
no es así. Tú tienes el derecho a ser uno con dios porque eres su hijo directo,
tienes el ADN divino que él te ha otorgado, eres dios aquí y ahora en este
plano 3D de extrema densidad, eres un explorador de la fuente en este rango
vibracional.
La creación de este nuevo mamífero, el ser humano de
genética Elojim, provocó una enorme conmoción en todo el universo. Las razas
insectoides y reptiles no tenían ese horizonte evolutivo, siempre en su
evolución quedaban por debajo del rango del hijo paradisiaco que les creó.
La siembra de la raza reptil por ciertos Elohim fue todo un
éxito biológico. Era una raza extremadamente fuerte y resistente, además dotada
de un instinto extremo de supervivencia, un depredador por excelencia
posibilitando poblar diferentes mundos con condiciones climáticas extremas.
Pero este éxito biológico tuvo una contrapartida terrible: el carácter
depredador unido a la creación del ser humano conectado a la fuente, hizo que
esta raza reptil se sintiera amenazada, traicionada por la fuente o por su
propio Elohim creador.
Comenzó el sentimiento de odio, envidia, venganza, el poder,
revancha, la esclavitud. Aquí comenzó la dualidad en este universo.
Como resultado incluso algunos Elohim junto con sus razas
reptiles se revelaron en contra de la fuente. Comenzaron a matar y secuestrar a
los seres humanos para extraerles su genética Elohim y no solo para ser tan
poderoso como la fuente, sino para derrotar a la fuente misma.
En el fondo estos seres reptilianos no son ni buenos ni
malos, simplemente no está en su genética el sentir el amor de la fuente, no
tienen sentimientos, son fríos, calculadores, se miden exclusivamente por
instintos de dominación y supervivencia. Tienen el convencimiento que como son
una raza muy antigua tienen todo el derecho a estar por encima de las demás. Si
se tropiezan con una raza y no se inclina ante ellos, la extermina o la
esclaviza.
Comenzó una carrera de depredación reptil contra el ser
humano, de experimentos genéticos sin ningún tipo de ética, llegando a
perpetrar auténticas atrocidades. Un ejemplo lo tenemos en la raza conocida
como los grises.
Era una raza humanoide originaria de Zeta Retículi que en las
guerras de Orión fue exclavizada. Su destino fue terrible. Exterminaron a
prácticamente todas las hembras, y se quedaron con una parte de los varones,
modificándolos genéticamente para ser fácilmente controlables por sus amos
reptiles. Son simplemente los lacayos, los siervos de sus señores reptiles,
hacen el trabajo sucio de abducciones y de experimentos genetistas. Están
condenados genéticamente, sufren una degeneración máxima, los clones salen en
su gran mayoría defectuosos, están intentando hibridar desesperadamente con los
humanos sin éxito alguno. Abducen a mujeres, las inseminan y les quitan los
fetos al de pocos meses para acabar su gestación en tanques artificiales. Pero
están acabados como raza y lo saben.